Me voy a esforzar
en recordar ese día cualquiera, ese 17 de agosto de 2017 a las 17h., porque creo
que no debo olvidar, que no puedo olvidar, y debo compartir desde mí, desde mi
propia experiencia, sin filtros, sin imágenes, y tan sólo con el poder de las
palabras, que es como mejor me expreso.
Mi marido es
coleccionista de monedas, y un día cualquiera de agosto, con la excusa de
comprar una moneda en la Calle Call de Barcelona, junto con nuestra hija de 11
años, cogimos el tren a las 15:35h. desde Vilanova i la Geltrú. Un trayecto que
se preveía de 50 minutos, tardó más por problemas técnicos, con diversas
paradas de varios minutos, con lo que a las 16:40h. llegábamos a la estación de
Passeig de Gràcia.
Al salir
decidimos bajar por Passeig de Gràcia por la acera derecha porque había sombra,
y durante el trayecto vimos pasar una ambulancia, un coche de policía local y
dos furgonetas de los Mossos, todos con las sirenas luminosas y sonando.
Pensamos que había habido un accidente, pero no le dimos más importancia…..al
llegar a la tienda de Adidas nos metimos para ojear. Dentro de la tienda,
bajamos a la 2ª planta donde se encuentra la sección de mujer, y al subir
encontramos a tres adolescentes de habla inglesa sentadas en el suelo, y una de
ellas llorando desconsoladamente pero no le dimos más importancia, pero al
intentar salir a la calle nos encontramos con las persianas bajadas de la
tienda. Preguntamos a un dependiente y nos dijo que no sabía nada, pero vimos
que una de las dos puertas de salida estaba tímidamente abierta, y el guardia
de seguridad dejaba salir a las personas de una en una. La señora que salía
delante de mí le preguntó: ¿qué pasa?,
y el respondió: “atentado terrorista”.
Me vinieron a la mente todas las imágenes de los atentados terroristas de Paris,
Londres, Berlín, Niza…, no sabía si salir o quedarme dentro, pero decidimos
salir.
Me pregunto una y otra vez, por qué continuamos bajando, y no consigo encontrar la razón, supongo que nada nos hacía imaginar la magnitud, y ya en la calle, se respiraba una extraña tranquilidad. Cruzamos Passeig de Gràcia
con dirección a Portal de l’Àngel. En la espera del semáforo de la Ronda
Universitat, al mirar a la derecha, vimos muchísimas ambulancias, coches de
policía urbana, coches de Mossos, y policía dirigiendo el tráfico, y oímos a
una persona diciendo que una furgoneta había arrollado a varias personas. Como
en Ronda Universitat esquina Balmes tenemos una tienda, llamo rápidamente a la
tienda para saber si estaban bien, pero me dice la operadora que el número es
incorrecto. Por WhatsApp, a las 17:16h. le pido a Adela, una compañera de
trabajo, que me diera el número, pero me dió el mismo…no me pude poner en
contacto con la tienda.
En mitad de Portal de l’Àngel, supongo que la noticia
se hizo más real, y todas las personas a nuestro alrededor empezaron a gritar y
a correr, con lo que nos vimos inmersos en una estampida sin saber qué pasaba exactamente.
Nos cogimos los tres de la mano y nos metimos corriendo en el primer espacio
abierto que encontramos, el Hotel Catalonia, y allí, en la recepción, junto con
otras personas asustadas como nosotros, empecé a ser consciente de lo que
pasaba. Justo en ese instante recibí la llamada telefónica de Noelia, una
compañera de trabajo que me preguntaba por nuestro estado, y entre sollozos, sin
que mi hija me viera ni me oyera, le intentaba explicar lo sucedido y el miedo
que tenía. Yo no sabía lo que pasaba, y ella me explicaba lo que las noticias estaban
transmitiendo. Ella intentaba tranquilizarme, me decía que me quedara dentro
del hotel y que no saliera, que ahí estaba a salvo. Mi única preocupación era
proteger a mi hija, sólo pensaba en cuál era la mejor forma de cubrirla si
entraban terroristas armados (pensad que no sabíamos qué estaba pasando
realmente, dónde estaban los terroristas, si iban armados, etc…). Además mi
hijo y mi madre sabían que veníamos a Barcelona, con lo que estarían peocupados. Esperé a calmarme un
poco, a que mi hija se tranquilizara un poco, y los llamé.
En el hotel, me
conecté a las RRSS, y vi la magnitud de lo que estaba pasando. A través del
cristal veía la calle desierta y mi mente sólo pensaba que podían entrar
terroristas.
Todas las
personas que entramos al hotel en la estampida, nos dirigimos al bar del hotel
porque tenían un televisor donde nos podíamos informar de lo que ocurría. Éramos
un grupo de personas que nos unía el miedo…, un grupo de adolescentes
italianos, unas hermanas de Girona, un matrimonio sudamericano, un matrimonio
musulmán, etc…, sí, un matrimonio musulmán, igual de asustados que nosotros,
que con sus caras me mostraban el miedo, y fui consciente de la diferencia
entre musulmán y yihadista.
Las noticias
decían que los terroristas estaban atrincherados en un bar, y esta información
me permitió tranquilizar a mi hija justificándole que los terroristas estaban
localizados, que la policía estaba negociando con ellos, y seguíamos allí por
precaución.
Desde dentro
del hotel, se veía pasar alguna persona con las manos en alto, que supuse que debían
pasar por allí por algún motivo justificado, y debían mostrar que no iban
armados, algún periodista con la cámara, y lo que me tranquilizó un poco fue
ver un Mosso armado en la calle.
El personal de
recepción fue nuestro enlace con el Mosso durante más de dos horas. Estaba totalmente
prohibido salir.
Esas más de
dos horas me permitieron observar gestos, miradas cómplices. A pesar de tener
bar, el hotel sirvió bebida fresca gratis, y entre los que lo necesitaban, se
cedían el cargador de móvil.
Sobre las 20h.
el Mosso entró en el hotel y nos dijo que podíamos salir pero en grupo. Nos pusimos
de acuerdo unos cuantos, no todos, y el Mosso nos acompañó al cruzar Portal de
l’Àngel hasta la calle Montsió, y nos dijo que no la abandonáramos hasta Vía
Laietana.
El trayecto
desde el hotel hasta la estación de Passeig de Gràcia fue desolador, una
Barcelona que nunca había visto, desierta, habitada sólo por policía y algún
que otro coche a poca velocidad. Las piernas me funcionaban por inercia, tan
sólo quería huir.
Al llegar a la
estación de Passeig de Gràcia ¡¡¡¡¡estaba cerrada!!!!!, y una agente de los Mossos
nos dijo que Sants estaba abierta. Quisimos coger un taxi, pero todos estaban
ocupados y había mucha cola esperando, con lo que decidimos emprender la marcha
hasta la estación de Sants a pie. Barcelona continuaba irreconocible, desierta,
triste, calmada, extraña.
Una familia de
asiáticos, que sólo hablaban inglés, nos preguntó por la estación de Sants, con
lo que combinando nuestro inglés y los gestos, les dijimos que nos acompañaran.
Si en los semáforos no daba tiempo a pasar juntos, les esperábamos, y ellos
siempre llegaban dándonos las gracias. Espero que este pequeño gesto sirviera
para que esta familia se llevara un pequeño buen recuerdo, dentro del contexto
en el que estábamos.
A las 21h.
estábamos en el tren de vuelta a casa.
Un día
cualquiera no estuve en La Rambla, sí en el perímetro inseguro, y no me puedo llegar
a imaginar el terror que estarían pasando las personas que estaban a escasos
metros de mí. Estas cosas pasan, y pasan a personas normales, que conocemos, en
zonas que estamos o hemos estado, y podíamos haber sido alguno de nosotros.
Desde ese día
me repito que no tengo que tener miedo, que los terroristas no conseguirán que
lo tenga, pero permitidme que durante un tiempo, sólo un pequeño tiempo, digiera
lo ocurrido, deje de pensar en lo que nos podría haber pasado si hubiéramos cogido
otra ruta, si nos hubiéramos encontrado con un terrorista armado, si...
La vida
continúa, y seguro que me esperan otros días cualquiera repletos de cosas
buenas.
Firmado:
Ciudadana del Mundo ;-).